miércoles, 10 de marzo de 2010

The Hurt Locker: un Lynch de guerra




Acaban de invitarme a este blog sobre cine y acepté la invitación. No sé en qué estaba pensando cuando decidí aceptar, supongo que no me detuve a pensarlo. Creo que no. Que no lo pensé, en realidad, sino que acepté de forma mecánica. Cuando ya te invitan a participar en un blog sobre cine, supongo, te tenés que replantear muchas cosas en la vida. Tampoco es este el momento ideal para hacerlo. Así que no pienso hablar, por ahora, de mis frustraciones personales, que son muchas, y no cabrían en este blog. De momento me voy a limitar a glosar y comentar una película que vi el otro día, tirado en mi pieza, comiendo un cuarto de helado de chocolate con almendras y granizado. Sí, fue el mismo día de la premiación de los Oscars. Esta vez, por alguna razón que desconozco, elegí, antes que trasnochar con la ceremonia del Imperio, mirar una película. Miré la modesta (la palabra modesta debería ir entre comillas, porque no es tan independiente como se pretende) The hurt locker, de Bigelow. En Argentina se tradujo, extrañamente, como Vivir al límite, que es un título que bien podría caberle a cualquier film que realiza Nicolas Cage como protagonista. Y no a esta producción bélica de alto vuelto –estético, político y hasta literario–. Hasta ese momento no sabía que The hurt Locker estaba nominada como mejor película, dirección, montaje, etcétera y otros tres premios que también se llevó, derrocando a la Titanic del siglo XXI, Avatar. Así que comencé a verla sin prejuicios, vacío e inocente como un niño que descubre la pornografía. No me interesa tampoco repetir lo que ya se ha dicho en todos lados: la situación contextual de la película se la podemos dejar a los historiadores del cine. Que es la primera mujer –la directora– en recibir los premios más importantes, que David le ganó a Goliat, y cosas así. Me importa la película en sí. Nada más. Como primera medida quiero dejar en claro que nunca fui un gran fanático del género bélico. He visto, sí, algunas, las más conocidas sobre todo. Pero también he visto películas bélicas malas, muy malas, de esas que repiten cada dos por tres en cable, dobladas al español neutro. Ya sabemos cómo funcionan las malas películas bélicas: gritos, heroísmo, explosiones por doquier, bombas, destrucción, pedazos de cuerpos de chinos y coreanos inundando la pantalla. La propaganda espiritual e ideológica del Imperio, del dominio, el discurso del Bien y la superación dialéctica –los malos deben morir– para hacer de este un mundo mejor. The hurt locker, por fortuna, no escapa a la aventura ideológica. Es una película fuertemente combativa, que muestra las miserias de los soldados yanquis en tierras árabes. Estamos cansados de que los yanquis nos muestren, bajo un mundo post crisis, cómo se derrumba el sueño americano. En ese sentido The hurt locker no la va de políticamente incorrecta. No nos muestra ni nos interpela sobre el american dreams hecho pedazos; sino que, la película misma, está planteada como un sueño lyncheano. Tal vez se me acuse de muchas cosas por vincular un film bélico con el genial David Lynch. Pero Bigelow, aun sin pretenderlo, alcanza ese extrañamiento formal, esa sensación de irrealidad que Lynch le imprime a sus películas. Quiero decir: toda realidad, Bigelow, la muestra como irrealidad (y viceversa). ¿Acaso de que otra manera podríamos denominar a la escena en la que uno de los protagonistas, Jeremy Renner, tiene que descocer por las tripas a un niño muerto que lleva dentro una bomba? O también: el ambiente enrarecido que, hacia el final de la película –en flashback–, se muestra al mismo Renner comprando cereales en un supermercado. Pocas películas bélicas han alcanzado tal grado de irrealidad. Sumo un pariente: Apocalipsis now. El discurso crítico hacia la guerra –o mejor: hacia los modos de concebir la guerra– se articulan por medio de un guión brillante, que, a medida que transcurre la película se va afianzando línea a línea, para, por supuesto, desembocar en esos diez minutos que valen el metraje entero. The hurt locker no cae nunca en el embotamiento y la somnolencia discursiva en la que suelen caer las películas del género; por el contrario, su “arma de destrucción masiva” es la imagen: los planos casi perfectos (chequeen la escena en la que teniente y especialista esperan derribar unos snipers en el desierto), dotar de un tiempo extraño a la acción: nunca es acción tal y como lo concibe la industria norteamericana, es decir, vértigo incesante y mil cortes por minuto (y si no, vean la escena del árabe que lleva TNT alrededor de su cuerpo). Todos los premios que recibió son merecidos. Ojalá la Academia mantenga este nivel. No debe ser fácil decirle no a una de las películas más importantes del siglo, Avatar. De todas formas, pienso que hice bien en no mirar la premiación de los Oscars. Hubiera perdido tiempo, horas de vida. Hice bien.



2 comentarios:

  1. Oh, oh, oh, soy papá noel.
    tu crítica es muy mala, me reí de ti y no con ella.
    lo peor es cuando dices que la academia tendría que mantener ese nivel.
    sandra bullock.
    vete de mi blog, ya no te quiero aquí.
    me ha encantado.

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  2. hola asqueroso adorador de la peor lacra cinéfila, nunca serás yo y sandra bullock es mi amante
    besos

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