sábado, 19 de junio de 2010

EL PROLETARIO Y EL BURGUÉS


EL PROLETARIO Y EL BURGUÉS
En torno a Death proof (Quentin Tarantino) y Profondo rosso (Dario Argento)

A raíz del estreno de Grindhouse (Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, 2007), se abrió un proceso de debate sobre las formas de la adaptación y los referentes que sigue dando lugar a algunas de las reflexiones más interesantes sobre el cine del momento. Sobre todo Death Proof, el trabajo de Quentin Tarantino, contiene una revisión de los géneros Bis o la serie B, mucho más complejo que el simple juego de diseño y nostalgia que algunos han apuntado. Más bien habría que remontarse a aquel joven Godard que reaccionaba al mismo tiempo al primitivismo y al refinamiento, equiparándolos para encontrar el lugar en que las formas narrativas del cine clásico se enfrentaban a las del género y éstas últimas se declaraban expresión máxima del aparato cinematográfico. Una reflexión que entronca con la que ha guiado el cine de la última década (desde Weerasethakul hasta Resnais, pasando por Van Sant, Assayas, Kar Wai, Lynch y un largo etcétera): la puesta en duda de la realidad y la ficción, y de todas sus formas de expresión.




Profondo rosso (Dario Argento, 1975), podría ser citada entre las influencias de Tarantino, pero sus posibilidades en la comparación con Death proof son mucho más interesantes que la obvia reacción del americano al tan fructífero género Bis italiano de los sesenta, setenta y ochenta. Me refiero a la reflexión sobre las formas de adaptación e influencia. Es obvio que Profondo rosso es una variación de Psycho (Hitchcock, 1960), pero también que es la manifestación máxima del Giallo como género con sus propias reglas estéticas y narrativas. La lucha de un estilo clásico con la infinita capacidad de Argento para el logro visual, chocan y se complementan en un juego de plano-contraplanos y fundidos, mezclados con aplastantes travellings giratorios, cámaras que pasan de objetivas a subjetivas en un mismo plano, y un largo etcétera. Traducido al carácter narrativo de la cinta, también queda bien visible esta confrontación, la exageración del referente, su transformación constante. Pero, ¿cuál es entonces la diferencia con un trabajo (el de Tarantino) tan similar en su pensamiento estético y narrativo sobre la influencia? La conciencia de la transformación; o, mejor dicho, el paso de una conciencia instintiva a una conciencia refinada. Profondo rosso y Death Proof se afincan sobre el mismo tipo de razonamiento: la transformación de las formas de un cine valorado como menor o para llegar a su expresión más depurada, en dos momentos (el posterior a la revolución de la Nouvelle vague y éste) en que la capacidad de ciertos géneros menospreciados se reivindica. Pero las capacidades e intenciones de Tarantino y Argento son absolutamente distintas. La brecha entre el referente y su actualización en ambos directores es casi contraria. En el caso de Tarantino, todo pasa por el filtro de la reflexión cinéfila; no hay elección estética o narrativa que no esté sujeta a una conceptuación. Mucho se ha hablado –por poner el ejemplo más claro de esa intención referencial- de esos falsos cortes en las bobinas o de los cigarette burns. En el caso de Argento, la actualización del original es de carácter contrario, y pasa por la asimilación de núcleo narrativo de Psycho, y su deformación al Giallo, esto es, su transmutación en un aparato del instinto y el exceso en que el esteticismo es llevado tan al límite que se cuela en el costado literario del filme y lo acerca al surrealismo.





Ambas son reflexiones sobre la adaptación y radicalización de un género menor preexistente, pero, mientras una juega a la reelaboración del referente a través de la especulación sobre sus capacidades y taras, la otra reduce al instinto sus mecanismos, rebaja el género a la intuición y de esta forma es llevado al límite. Estrategias ideológicas distintas, para momentos distintos del pensamiento. El último Giallo de Argento (Giallo, 2009), quiere evidenciar cómo el tiempo ha invalidado este género, precisamente porque no es un género en sí, sino una particular reducción al instinto del género de terror clásico. Efectivamente, es difícil reseñar el punto en que el Giallo deja de ser otra forma de noir, una forma particular pero no contraria. La respuesta de Tarantino es cerebral, trabaja sobre diversos cambios espaciales y temporales. Sus personajes son continuamente atrapados en lugares indefinidos y en momentos indefinidos, entre la memoria y el futuro, constituyéndose en narraciones míticas. Por muy disparatados que sean sus giros o situaciones, la propia dinámica del cine de Tarantino sirve para darles validez. Para Argento, esta misma capacidad de validar contextos absurdos pasa por la creación de ambientes enrarecidos, en que lo conocido del cine clásico y lo asombroso del género se mezclan sin rigor. En este surrealismo plástico de Argento, la herencia felliniana destina a los personajes a ser superados por los escenarios que transitan. La actualización del referente pasa entonces por el filtro de la simple acción, por su transmutación dentro de la serie B, mientras que Tarantino lo está llevando al terreno del ensayo fílmico. Profondo rosso puede ser fácilmente tomada como un descrédito de Psycho, desde el momento en que exagera todos sus gestos, los buenos y los malos. Pero es también, a través de esa actualización y como en el caso de Death proof, que se evidencia el verdadero poder de la imagen primitiva del género Bis. Dos procesos tangentes, tal vez por razones que pueden ser, en cierto modo, intuidas en el razonamiento de uno de los personajes de Profondo rosso: “La diferencia entre tú y yo es puramente política. Los dos tocamos bien el piano, ¿no?, pero yo soy el proletario del teclado, y tú eres el burgués.”


2 comentarios:

  1. Me alegra comprobar que sigues viendo películas. ¿Por qué nos empeñamos en revisar la serie B? (me pregunto)

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  2. Hola, soriana.

    Revisamos la serie B porque es, probablemente y junto al musical, la forma más pura de cine. Es un cine que puede prescindir de la literatura, o que al menos prescinde de la literatura en sus mayores logros. Y el cine todavía tiene que aprender a ser cine, y no un guión filmado. Muera el guión; viva el cine.

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¿cuánto has tenido que andar hasta aquí?