martes, 6 de julio de 2010

POSEER, DESTRUIR.



POSEER, DESTRUIR
En torno a Ne change rien (Pedro Costa) y Estibador de sombras (José Daniel García)



Reflexionar sobre el misterio de la creación siempre es difícil. Hacerlo desde la propia creación, es un privilegio reservado a unos pocos. En los años sesenta, Godard nos enseñó que los límites del aparato creativo llegan mucho más allá de las fórmulas de referente-autor. Es un teorema del que gran parte de la crítica actual no ha sabido todavía desligarse: el objeto artístico como superposición a otras obras anteriores, como avance, como aparato de coherencia con la historia. Un teorema que nos lleva a una falsa (y extendida) comprensión del arte. En este aspecto, Godard fue un visionario. Su cinematografía parte de una pregunta imposible de responder: ¿cómo modular el juego de referencias históricas en un mundo en que la historia no es más que otra invención? La respuesta es esa frase tan citada: “ne change rien pour que tout soit différent”. No cambiar nada para que todo sea diferente. Si hay un aspecto insuperable en el cine de Godard, es esa incapacidad de llegar a una negociación con la influencia. Sus películas nos asombran porque nos son familiares pero no sabríamos decir por qué. La depuración de cualquier referente es tan grande, que cobra un sentido propio y deja de ser referente. El referente, entonces, no es una forma de homenaje, ni siquiera de aprendizaje, sino una destrucción de las enormes posibilidades del autor, que se rebaja a lo ya conocido para crear. Es una conclusión terrible: dependemos del referente para llegar a nuestros propios mecanismos de creación; pero también es éste el espacio más misterioso y hermoso del arte. Ne change rien pour que tout soit différent: la observación, la asimilación y la destrucción de lo existente para llegar a una visión propia. La frase de Godard es el más perfecto de los planos-secuencia, aquel que nos lleva desde la observación de una serie de realidades hasta el impulso propio. El poemario Coma (José Daniel García, 2008) explicita esta transformación de forma reveladora. Se trata de una secuencia de poemas breves que relatan imágenes de una violencia estática, a veces ya asimilada y a veces como si el instante violento se hubiera congelado. Pero el verdadero interés de Coma va mucho más allá de ese retrato de la violencia que algunos (con poco acierto, a mi entender) han apuntado. Coma es una reflexión inconsciente sobre los mecanismos de la creación y la configuración de la identidad artística. Partiendo de la imagen del miedo, se describen cerca de treinta situaciones más o menos ligadas a una realidad externa al autor, en que el yo poético se subordina al análisis. Sin embargo, ya hacia la mitad del poemario, aparece un uso de la voz que nos choca por su cercanía al autor. En el capítulo Rezo esta aparición se hace explícita, y continúa su avance hasta Una herida, que cierra la colección y que parece ya de carácter autobiográfico o que reflexiona sobre la asimilación de esas anteriores imágenes externas para llegar a la identidad del autor. Es ese plano-secuencia que apuntaba antes: la llegada hasta el aparato creativo a través de imágenes exteriores. De nuevo: ne change rien pour que tout soit différent, o bien: es la ordenación del caos exterior, de la imposible cantidad de referencias que captamos, lo que nos lleva a una forma nueva de expresión. En este sentido, hay otras dos obras sobre las que me parece interesante reflexionar. Una es el nuevo poemario de José Daniel, Estibador de sombras, que viene de ser publicado, y la otra es la última película de Pedro Costa, Ne change rien (2009), que toma prestada la frase de Godard para acercarse a la figura de la cantante y actriz francesa Jeanne Balibar. Respecto a Estibador de sombras, una lectura superflua lo deja ya claro: las imágenes de la realidad externa que José Daniel planteaba en Coma, son ahora un segundo plano de la narración. En este aspecto, el término narración se vuelve un poco absurdo: no hay una verdadera narración en el poemario, más bien una observación de varios aspectos de la escritura. Es como si, después del plano-secuencia de Coma que nos llevaba desde la realidad al aparato de expresión autoral, Estibador de sombras fuera una continuación de su último capítulo, aquel en que el autor era consciente de su dependencia del referente externo para crear. De hecho, el poema que podría servir como llave de paso de un poemario al otro es uno de los que cierra Coma, y que describe imágenes de esa realidad externa, atadas al propio autor:

Atados al tobillo como el lastre
de un carruaje nupcial
arrastro peces sucios,
monstruos agonizantes,
emitiendo un ladrido
arrugado, perenne,
grave como el silencio de los dioses.

Y que podría dar pie al que abre Estibador de sombras:

Vivo en un archipiélago de bruma.
Mi oficio: separar
............................. la luz del humo.

Entonces, con esta poética breve, se hace explícito el afán de buscar una lógica a la propia poesía. A lo largo de casi veinte poemas, la contraposición de luz y humo tomará varias formas: desde la crítica a una cierta poesía banal que es la serie de poemas (letraherido), hasta el último capítulo, en que a través de la figura de la Annabel Lee de Poe, como imagen de la belleza poética, el autor se da cuenta de que alcanzar el misterio de la creación es imposible. La luz y el humo, dice José Daniel, y estos dos elementos relacionan ya en un primer punto su poesía con la última película de Pedro Costa. En efecto, los dos elementos visuales a partir de los cuales Ne change rien se acerca al proceso artístico, son la luz y el humo. Incluso más que del uso del sonido, depende de la posición estática y de espera de Costa la visión de Jeanne Balibar en la formación de sus canciones. Ne change rien podría ser el filme metacinematográfico (que no documental) por excelencia. Sus logros nacen de la puesta en duda, no ya del personaje de Balibar, sino de su proceso creativo, que podría ser también el del propio Costa. Esa escena en que la cantante, tratando de asimilar la canción Ton diable, no acierta a entrar en el momento exacto, es equiparable a cualquiera de los gestos que da sentido al desarrollo de una obra cinematográfica o literaria. Volvemos quizás a la asimilación del ne change rien pour que tout soit différent, a través de una subordinación a los mecanismos impuestos de la referencia: en este caso el de la música a la que se debe adaptar Balibar, en el caso de Costa el de la composición de su película-ensayo, y en el caso de José Daniel el de la depuración literaria. Pero, además, el propio Costa introduce en esta imagen y en las otras sus propias interferencias, derivadas de la misma observación y la posterior mutación de lo captado. ¿En qué punto aparece, entonces, el objeto artístico en su plenitud, dentro de este juego de flujos que lo componen? Éste es el tema sobre el que reflexionan Estibador de sombras y Ne change rien. O, mejor dicho: no reflexionan sino se paran, observan, y se dan cuenta de que una conclusión es imposible. Costa es plenamente consciente de esta imposibilidad de desvelar el misterio, y es por eso que el montaje de Ne change rien no sigue un curso desde los inicios de la creación hasta la completitud de la obra, sino que intercala escenas del proceso con otras de conciertos y grabaciones en que se nos ofrecen canciones ya formadas. Pero, ni siquiera entonces, en estas muestras ya definitivas, el proceso de formación es liberado de su puesta en duda. La película nos muestra la grabación en estudio de una canción, y alterna el sonido vacío de la voz de Balibar con el de la canción ya completa. De esta forma, se cuestiona en el aparato resultante la identidad de sus partes, la imposibilidad de entender la obra completa sino como una serie de partes imperfectas y unidas, plagadas de zonas oscuras. El cineasta no se ahorra ni siquiera la intrusión de una imagen aparentemente desligada de la narración, en que dos señoras fuman junto a una radio. El espectador se da cuenta entonces de la extrema coherencia de la película en comparación con esa escena intrusa. Y sin embargo, incluso ahí, están todas las partes imperfectas que forman Ne change rien: la luz, el humo, la música. Estibador de sombras también hace explícita esta composición de partes inconexas en el poema (estibador de sombras), que después de presentar una realidad dañina y enfermiza, dice: “Antes que me salpique/ hilaré sueños, hebras para tejer/ un techo impermeable (…)”. De alguna forma, ahí está la elección del artista de configurar un elemento externo a él (también el artista es un individuo ajeno a su propia creación, como el techo impermeable lo es de aquél que lo hila) para marcar el espacio de su comprensión. Pero continúa Estibador con un poema, (placebo), que propone ese mismo proceso de hilado desde un punto de vista contrario. La voz poética nos dice que ha rallado el cristal de una bombilla, y que, en caso de ingerirlo, provocará en él “una constelación de enanas rojas”. ¿Es ahora hermosa, esta forma de creación que llega a la belleza desde la destrucción del propio creador? Jeanne Balibar se enfrenta mientras a su profesora de canto, y las correcciones hacia su forma de cantar están haciendo que lo pase realmente mal. Estoy harta, dice hacia el final, con lágrimas en los ojos. El arte, entonces, ni siquiera parece deseable; tal vez sólo inevitable. A este respecto, Estibador de sombras se abre con una cita de Cioran: “Deseamos el caos, pero tememos sus revelaciones”. Esta cita y la anterior de Godard, comparadas y expuestas, podrían acercarnos a la clave de los estudios de Costa y José Daniel. Por un lado, la asimilación de la realidad, su transformación y destrucción para llegar a la identidad creativa. No cambiar nada, sino adquirirlo; no comprender, sino buscar; no demostrar, sino mostrar. Por otro lado, la eterna confrontación del orden de la creación, con el caos o el dolor de las partes que lo componen. Quizás entre esos dos mundos inmensos esté el misterio del arte, el de una Annabel Lee tan improbable, que tenemos que inventar que ha sido raptada por los ángeles. Está bien que así sea: que los flujos internos de cualquier obra quieran ser ordenados, pero sólo se revelen en el caos; que los flujos externos que nos llevan a dicha obra sólo puedan ser intocables. Ne change rien y Estibador de sombras son dos búsquedas sin final, trabadas por la imposibilidad de separar la luz del humo cuando son la misma cosa. A veces, los planos fijos de Costa se convierten en cuadros abstractos, en que es difícil diferenciar los espacios de sombra y la niebla que se traga a Jean Balibar. El misterio de la creación va a ser siempre eso: un misterio, y los acercamientos de Costa y José Daniel, sólo dos (hermosísimos) pasos hacia el vacío. Un último envite: el segundo capítulo de Estibador de sombras se cierra con un poema compuesto de un solo verso, que podría enmarcar las otras dos frases de Godard y Cioran: "Nombrar es poseer y destruir." Poseer (ne change rien pour que tout soit différent); destruir (deseamos el caos, pero tememos sus revelaciones); dos verbos tan amplios que lo abarcan todo, incapaces de dar una respuesta firme a por qué nombramos, cómo nombramos, en qué punto lo que nombramos es capaz de conjurar la luz y el humo para dar paso a eso que llamamos creación.



Más sobre José Daniel García.
Ne change rien vista por Miguel Calero (Lumière)

3 comentarios:

  1. genial, como me decías.

    es un libro precioso, íntimo y sangriento

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  2. No he podido ver todavía Ne change Rien, y tampoco conocía a este poeta, así que hablaré desde la intuición...Supongo que para no acabar atrapado en ese juego de posesión y destrucción (igual que las mutaciones urbanisticas de Fontaihnas) lo importante es situarse a la distancia justa entre el referente y su nueva actualización. Esa busqueda supongo que sea la misma de Ventura en un barrio que cambia de imagen para seguir siendo lo mismo. ¿Como hacer para no perder la identidad entre la memoria y una realidad que se confunden en un mismo plano? ¿Como encontarla si ya es una empresa perdida de antemano? Pessoa para terminar: "Ya que no podemos extraer belleza de la vida, busquemos al menos extrser belleza de no poder extraer belleza de la vida"

    Un artículo magnífico.

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  3. Y un abrazo también...Que a mí también se me olvida.

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¿cuánto has tenido que andar hasta aquí?