miércoles, 27 de octubre de 2010

El modelo y el tipo

A propósito del estreno de La red social (David Fincher), va a ser inevitable la aparición de reflexiones sobre la actualización de las formas revolucionarias del cine primitivo, que sentaron las bases del cine moderno y han sido asimiladas de manera no siempre crítica. Su aceptación, en la mayor parte de los casos, ha sido eso: simple y banal aceptación del montaje, la visión parcial, el tiempo y, por tanto, todo lo que separa al cine de la literatura y el resto de las artes. La red social plantea que las formas primitivas sólo son válidas en la sociedad contemporánea si se entienden como tipos, y no como modelos. Algunos críticos están hablando ya de formas clásicas y contenidas, sin caer en la cuenta de que Fincher plantea algo radicalmente distinto: el pensamiento crítico sobre el cambio, la aplicación de formas aparecidas en un momento histórico radicalmente distinto en nuestra contemporaneidad y, por tanto, una visión cruzada del cine sobre sí mismo. Ciudadano Kane planteaba la compleja búsqueda de un sentido final de la realidad, y las relaciones entre las visiones externas y la objetividad de los hechos. Fincher recoge el testigo de esa búsqueda, pero su Rosebud no tiene sentido, es simple admisión de la ilógica contemporánea. Se puede augurar que la diferencia entre los conceptos de tipo y modelo va a ser, entonces, vital en las reflexiones del cine del futuro. Por ese motivo quiero recuperar un texto de Quatremère de Quincy que puede ser interesante en su comprensión, aunque tiene ya más de dos siglos:


La palabra "tipo" no representa tanto la imagen de una cosa que debe ser imitada a la perfección como la idea de un elemento que debe servir, por sí mismo, de regla de un determinado modelo (...). El modelo, entendido en términos de la práctica del arte, constituye un objeto que debe ser repetido de forma exacta; en cambio, el tipo es un objeto a partir del cual pueden ser concebidas por cada persona obras totalmente diferentes entre sí. En el modelo, todo viene dado y definido con precisión; por el contrario, en el tipo todo es más o menos impreciso. De este modo, puede afirmarse que la imitación de tipos no puede recibir ningún obstáculo por parte de la sensibilidad y de la inteligencia, ni puede ser criticada desde las posiciones donde se sientan la prevención y la ignorancia; esto ha sucedido, por ejemplo, en la arquitectura.
El arte de construir de forma regularizada ha surgido, en cada país, de un germen preexistente. Todo requiere un antecedente; ningún elemento, en ningún género, proviene de la nada; y esto puede aplicarse, igualmente, a todas las creaciones humanas. De esta manera, podemos observar que todas estas creaciones han conservado -a pesar de las sucesivas transformaciones que puedan haber registrado- sus principios elementales como algo evidente y manifiesto tanto a la sensibilidad como a la razón.
Estos principios pueden compararse a un núcleo alrededor del cual se hubiesen conglomerado y coordinado sucesivamente todos los desarrollos y variaciones formales de las que era susceptible aquel objeto inicial. Por esta razón, hemos heredado, en cada género, una multitud de cosas (el estudio de los orígenes y las causas de esta multiplicidad de objetos constituye, precisamente, una de las principales tareas de la ciencia y la filosofía).
M. Quatremère de Quincy, Dictionnaire Architecture, en la Encyclopédie méthodique, París, 1788-1825



1 comentario:

  1. Da gusto leer este tipo de reflexiones...

    Supongo que el uso de fórmulas más actuales para la regata reafirma lo que comentas.

    1 saludo!

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¿cuánto has tenido que andar hasta aquí?