viernes, 21 de enero de 2011

Para que todo sea diferente (2)

¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?¿Hasta dónde sabemos?
Que escriban, pues, la historia, su historia, los hombres del Playa Girón.
SILVIO RODRÍGUEZ
.
.
De todas las películas que he visto a lo largo de enero, sólo una ha conseguido enfadarme: Vals con Bashir (2008), de Ari Folman. Me cuesta no compararla con Shoah (Claude Lanzmann, 1985), que he llegado a entender, después de mucho tiempo, como una de las películas más infames de la historia del cine. Ambas coinciden en adaptar el acontecimiento a la memoria, y ambas desde posturas que se quieren fortalecer en premisas arriesgadas: Shoah partiendo de la base de que el acontecimiento es irrepresentable, y Vals con Bashir depurando al máximo su representación. El problema que veo, entonces, su abyección, nace del punto en que acontecimiento y memoria se encuentran para explicitar un mensaje. Pienso en Mysterious object at noon (2000), la tremenda reflexión de Apichatpong Weerasethakul sobre la representación del testimonio. Que esta película exista anula, ya, ciertas elecciones de las dos anteriores. El punto en que las miradas se encuentran no es, de ninguna forma, coherente o definitivo. La representación surge de un choque de mitologías personales que se atacan las unas a las otras, descompensándose. Es pura política: una conciencia global es irrepresentable, y no así el acontecimiento. Precisamente de ahí nace la catástrofe, del choque de conciencia y acto. Vals con Bashir y Shoah utilizan el testimonio de manera contraria: saben desde el principio qué mensaje quieren transmitir, han decidido la conclusión antes de recurrir a la puesta en escena, y así cada pequeña recuperación de la memoria responde a un camino ya pautado de antemano. Lanzmann y Folman utilizan la memoria ajena a su voluntad, la trastocan para transmitir lo que ellos quieren y nada más. Que Vals con Bashir atraviese ciertos caminos de la ficción no anula esta irregularidad, porque representa, al fin y al cabo, el hecho histórico, la catástrofe más clara. Entiendo que quiere representar la memoria como un mecanismo disfuncional (y de ahí, precisamente, la elección estética de la animación), es decir, representar el horror como algo sólo posible de entender a través de su estilización, pero cae en la peor de las trampas: dar una lógica interna a la memoria, comparar la poesía y la política cuando, como decía el protagonista de Tierra en trance (Glauber Rocha, 1967), la poesía y la política son demasiado para una sola persona. La recurrencia lírica, que podría ser una forma de actuación sobre la memoria, trabaja aquí sobre el hecho histórico. Folman, como en su día Lanzmann, da una lógica interna a la memoria para validar su visión personal de los hechos, y no tanto para contrastarla, obteniendo una conclusión del horror cuando sólo debería obtenerse que ninguna conclusión es posible en el horror, porque es una forma demasiado compleja como para ser representada o siquiera no representada, demasiado compleja para ser comprendida, recordada, quizás incluso para ser comprendida desde dentro. Lanzmann me parece un intelectual perverso (y por eso se preocupó por apoyar su opinión en ese tocho infinito, durísimo y casi incontestable que es Shoah); Folman me parece, sencillamente, un inconsciente. Pero desprecio por igual ambas formas de entender la masacre.

2 comentarios:

  1. Me ha resultado muy interesante esta reflexión. Sobre todo porque casualidad de las casualidades tanto Vals con Bashir (2008)como Shoah (Claude Lanzmann, 1985) me están esperando. Las tengo ya para visionarlas pronto. Y las dos me interesan como propuestas. Sin embargo leer tu texto me ha aportado un punto de vista muy valioso a la hora de enfrentarme a su visionado.

    "cuando sólo debería obtenerse que ninguna conclusión es posible en el horror, porque es una forma demasiado compleja como para ser representada o siquiera no representada, demasiado compleja para ser comprendida, recordada, quizás incluso para ser comprendida desde dentro"

    Y este párrafo como todo el artículo abre un debate interesante y me genera un montón de preguntas.

    Sólo te hago una pregunta: ¿una reflexión o la construcción de un discurso para explicar o expresar un hecho desde una mirada concreta... quita valor a una obra?

    Me resulta muy interesante tu blog y bastante complejo. Te confieso que a veces tengo que leer varias veces un texto para llegar a captar todos sus matices. Pero tu blog, enriquece porque hace pensar.

    Un beso
    Hildy Johnson

    ResponderEliminar
  2. Muy buenas, Isabel.

    La pregunta que planteas es muy interesante, tan interesante como difícil de responder. Supongo que es uno de los grandes lagos del arte desde el siglo XX: el arte como expresión individual y el arte como expresión al servicio de todos. No creo que haya respuesta, de hecho, yo reacciono de esta forma a lo que cuenta Vals con Bashir, pero no es necesariamente la buena reacción. Ni la mala espero. Quiero decir (perdona que divague) que el valor de una obra no está, como expones en tu pregunta, en la mirada que expresa sino en la mirada que observa, en la nuestra, en la de los espectadores.

    Un abrazo y gracias por tus comentarios. Digo ídem de tu blog, que sigo desde hace bastante tiempo.

    Vicente

    ResponderEliminar

¿cuánto has tenido que andar hasta aquí?